A lo largo de nuestra vida son muchas las horas que los astrónomos nos pasamos observando y disfrutando de las maravillas que nos ofrece el cielo nocturno y es por eso que lo conocemos tan bien. Nos basta una rápida mirada para ubicarnos y localizar las principales constelaciones y los planetas y en seguida percibimos cuando algo no cuadra, lo cual es muy raro que suceda. Sin embargo, precisamente esto último es lo que ocurrió el sábado pasado, dejándonos bastante sorprendidos.
Acababa de atardecer y en nuestro Complejo algunos socios estaban ya terminando de preparar los equipos o directamente empezando con las primeras observaciones de la noche. De repente alguien gritó: ¡Mirad ahí! ¿Qué es eso? Lo primero que pensamos fue en una especie de nube rara, grande y brillante que cubría una parte importante del cielo, ¿una nube noctilucente? No parecía, y además se veían como restos de un cohete o algo similar que se me movía alrededor, como cayendo. La segunda opción fue la reentrada en la atmósfera de la Starship, aunque tampoco acaba de cuadrarnos porque había sido lanzada a las 14 de la tarde, por tanto, varias horas antes.
A los pocos minutos, tal y como empezó el fenómeno, desapareció, dejándonos con las dudas de lo que habíamos visto. La respuesta llegaría poco tiempo después por las redes sociales y por diversos medios digitales: se trató de los restos de un misil balístico de largo alcance lanzado por Francia en el marco de su programa nuclear (eso sí, no llevaba carga atómica). Al menos por lo que se refiere a la parte "astronómica" estamos más tranquilos al conocer el origen de este extraño fenómeno, nada nuevo bajo el Sol, nunca mejor dicho. Sin embargo, es la otra cara de la moneda, la militar y la actual situación geopolítica a nivel mundial la que me preocupa algo más ...