lunes, 5 de agosto de 2024

Actividades de verano

    Llega agosto y de nuevo nos movemos por la provincia para divulgar la astronomía y dar a conocer las maravillas que alberga la oscuridad de nuestros cielos. Comenzamos las actividades de 2024 esta semana y las finalizaremos en septiembre.

    Como viene siendo habitual empezamos con una charla de temática astronómica de unos 50 minutos para luego ya observar el cielo desde un lugar un poco apartado. Primero aprenderemos a reconocer las constelaciones a simple vista y luego observaremos algunos de los objetos del cielo de verano con los telescopios. Este año tendremos un poco de luna, que será bonita de ver pero, por desgracia, los planetas no serán observables durante la primera mitad de la noche. 

    A continuación podéis encontrar más información de nuestras próximas salidas:

  

  • Jueves 8 de agosto - La Horra: por primera vez nos acercamos a esta localidad ribereña para participar en su Semana Cultural, organizada por la A. C. El Galán Horrense. La charla será en el Salón Cultural a las 20:00 h. Al acabar, se partirá a pie en una pequeña marcha de senderismo hacia la Cruz de San Cristóbal, desde donde se llevará a cabo la observación al empezar la noche.


  • Domingo 11 de agosto - Quintanarraya: un año más,  en colaboración con la A. C. La Espiga,  participamos en la Semana Cultural de Quintanarraya. Comenzaremos la noche astronómica a las 20:00 h en la Casa de la Villa explorando los rincones del Universo a la búsqueda del agua, fundamental para encontrar vida fuera de nuestro planeta. A las 23:00 h, como viene siendo habitual, nos trasladaremos a los Observatorios de la Agrupación, para observar el cielo estrellado.  

 

  •  Lunes 12 de agosto - Tolbaños de Arriba: después de varios años, en concreto desde 2019, volvemos a Tolbaños, sede principal del festival DemandaFolk en el que tantos buenos momentos hemos pasado. ¡Esperemos que vuelva hacer  bailar a la Sierra lo antes posible! En esta ocasión tendremos la charla en la planta alta del Toril, a las 20:00 h. Después de cenar, a las 23:30 h nos encontraremos en la campa de siempre para la observación con los telescopios.


    Por último,  no olvidar que estamos en Burgos y aunque sea verano y cada vez haya más calor, por la noche todavía refresca ... ¡Buenos cielos estrellados!

 

 

 

sábado, 18 de mayo de 2024

10 de mayo: Sicilia, ¿aurora boreal o SAR?

     En la entrada anterior hablábamos de cómo algunos de nuestros socios observaron la histórica aurora (¿o fue en realidad un SAR?) que se produjo el pasado día 10. Continuamos ahora con la descripción de cómo la vio otro socio desde Sicilia, en el sur de Italia. ¡AstroDemanda es internacional!

     Me encontraba ese viernes en nuestro observatorio en las faldas del Etna, a algo más de 1700 m de altitud, preparando la observación del tránsito de un exoplaneta (HAT-P-27b), cuando al mirar la pantalla con los datos meteo algo me llamó la atención. La imagen del cielo que mostraba la cámara "all Sky" mostraba un intenso color rojo por el horizonte norte. Lo primero que pensé es que el Etna había entrado de nuevo en erupción, así que salí fuera inmediatamente para comprobarlo. Nada. Se podía seguir observando. Siendo un observador solar habitual, enseguida caí en la cuenta del gran grupo de manchas visible esos días y la gran tormenta solar en curso, ¡se trataba de una aurora! ... ¡¡en Sicilia!! (que se encuentra a la altura de Granada, a unos 37º de latitud, cinco por debajo de Burgos).


Imagen de la aurora vista desde la cámara "all Sky" de nuestro observatorio del Etna

 

     Cuando tuve la oportunidad, salí fuera y me puse ya a observar detenidamente el cielo. A simple vista no se veía nada. Tal vez, sabiendo que había una aurora, se podía intuir un leve color rojizo en el horizonte NE, pero en ningún caso era algo claro. Tenía mi equipo de astrofotografía listo, pero nada de gran campo suficiente para capturar el fenómeno con el paisaje. Aproveché lo que tenía y saqué un par de fotos consecutivas (de solo 2" de exposición para no exagerar el color): una de la zona de la aurora (entre Cefeo y la zona por debajo del Cisne) y la otra sin aurora, centrada en Vega. La diferencia de color en el fondo de cielo es evidente, pero, claro, no es la típica foto de gran campo. Aún así, sirve como ejemplo para ver la diferencia:


Comparación de la zona del cielo con y sin aurora/SAR. Ambas fotos se tomaron de manera consecutiva y con la misma configuración de la cámara.

 

 Pero ... ¿Aurora o SAR?

     En la entrada anterior explicamos cómo se producen las auroras y cómo, en ciertas ocasiones muy poco habituales, se llegan a ver desde latitudes tan al sur. Sin embargo, en este caso, la explicación parece ser otra: un ARCO ROJO AURORAL ESTABLE (SAR por sus siglas en inglés). El SAR es un fenómeno que, a diferencia de las auroras, solo se produce en presencia de grandes tormentas solares. Sin embargo, su origen es parecido: la interacción del viento solar con la magnetosfera terrestre. En este caso las partículas cargadas no entran por los polos siguiendo las líneas del campo magnético, sino que son atrapadas a gran altura en los cinturones de Van Allen. Se trata de dos anillos de radiación, toroidales (es decir, en forma de donut), que protegen la Tierra del viento solar y los rayos cósmicos. En estos anillos (dos estables y un tercero, temporal, que en ciertos momentos se forma entre ambos) se concentran las partículas cargadas que nos llegan del espacio y que son atrapadas por el campo magnético.

 

 
                                                 Dos representaciones esquemáticas de los cinturones de Van Allen

 

     En el cinturón interno, compuesto principalmente por protones, es donde se producen estos arcos SAR. Normalmente este anillo se encuentra a una altura en torno a los 1000 km de la superficie terrestre. En condiciones de fuertes tormentas solares, nuestro campo magnético se debilita (temporalmente, después se vuelve a recuperar) al interaccionar con la gran cantidad de plasma que le llega del Sol. En estos momentos su altura desciende hasta los 400-500 km, solapándose con la parte más alta donde se producen las auroras. A esta altura, como ya explicamos en la anterior entrada, la concentración de oxígeno es muy baja y su interacción con estos protones capturados en el anillo genera la radiación rojiza que hemos visto estos días. Normalmente, estos arcos son invisibles al ojo humano y sólamente en casos excepcionales como el que sucedió el pasado día 10, con una tormenta de tipo G5 (la clase de tormenta más energética), llegan a ser percibirse a simple vista. A diferencia de las auroras, estos arcos sólo se producen a latitudes medias y como se define en su nombre, son muy estables (sin grandes cambios ni estructuras) y son de color rojizo. Esto es lo que yo vi desde Sicilia, tal cual.

 


 Espectacular imagen de Tristian McDonald, APOD de la NASA el pasado 3 de enero. Aurora y SAR captadas desde Nueva Zelanda (se pueden ver las Nubes de Magallanes en la parte alta de la aurora).


     Sin embargo, si ya es muy difícil separar la cola de una aurora vista a bajas latitudes de un arco SAR, la cosa se complica aún más teniendo en cuenta que muchas veces conviven, como se ve en la foto anterior. En este caso se aprecia perfectamente la aurora, tanto la parte baja, típicamente verde, como la más alta rojiza, con estructuras verticales (cortinas). Además, como algo raro, se puede ver en la parte superior un SAR, rojo también, con una clara estructura de arco. Normalmente lo que vemos es luz difusa roja y más cerca del horizonte. 

     Como resumen, quería terminar explicando que lo que vimos (o mejor dicho fotografiamos) la noche del 10 al 11 de mayo se trató mayoritariamente de un arco SAR, aunque en algunos casos más al norte (tanto en Italia como en España) llegó a estar acompañado de la parte residual de una aurora boreal. Aunque la mayoría de los medios hablaron solo de aurora, y seguirán haciéndolo en las próximas ocasiones en que esto suceda, me parecía necesario hacer esta aclaración y hablar de los SAR, un fenómeno muy poco conocido. Esperemos que en los próximos meses podamos disfrutar de algún otro ...


Breve "time lapse" hecho con las imágenes de la cámara "all sky" de nuestro observatorio, tomadas con un intervalo de cinco minutos.

 

 

 

lunes, 13 de mayo de 2024

¡Auroras a la puerta de casa!

     A estas alturas seguramente muchas de las personas que nos leen ya se habrán enterado, sea porque la han visto o porque lo han leído en prensa o redes sociales, de que durante la noche del pasado viernes sucedió un fenómeno muy poco habitual en nuestras latitudes: pudimos ver una aurora boreal. En esta entrada queremos explicar un poco en qué consistió el fenómeno y compartir alguna de las fotos hechas por nuestros socios. 


¿QUÉ SON Y CÓMO SE PRODUCEN LAS AURORAS BOREALES?

     Las auroras boreales (o australes, en el hemisferio sur) son el resultado de la interacción del viento solar con el campo magnético terrestre. El Sol envía al espacio un flujo de partículas cargadas, principalmente electrones y protones, de forma continua. Habitualmente, cuando estas partículas se aproximan a la Tierra, son desviadas por la magnetosfera y sólo aquellas más energéticas llegan a sortear esta defensa entrando por los polos, donde el campo magnético terrestre es mas débil. 

 

 
Foto realizada con el móvil por nuestro compañero Carlos desde las afueras de la ciudad de Burgos (Villanueva de Río Ubierna).

     Cuando estas partículas entran en contacto con las partes altas de la atmósfera, normalmente a alturas entre los 100-300 km, se encuentran con un gas enrarecido (muy poco denso) compuesto principalmente por átomos,  aunque también hay algunas moléculas, de oxígeno y nitrógeno. Cuando el viento solar impacta con este gas excita a esos átomos (o incluso los ioniza, según como sea su energía) que al volver a su estado fundamental, casi de manera instantánea, emiten una pequeña cantidad de energía. La suma de todas ellas es la aurora boreal

     Los colores que vemos en la misma dependerán de las partículas y energía en juego. El principal responsable de las auroras es el oxígeno. Al excitarse produce los dos colores más característicos: el rojo y, sobretodo, el verde. El primero se da en la parte más alta de la atmósfera donde la abundancia de oxígeno es menor y por tanto también la energía necesaria, produciéndose transiciones a mayor longitud de onda. Un poco más abajo, en el rango de altura comentado anteriormente, el oxígeno es más abundante y las transiciones son más energéticas, dando lugar al típico color verde. Por otro lado, por debajo de estas alturas, es más abundante el nitrógeno y su interacción con las partículas cargadas provenientes del Sol dan lugar a colores rojizos y violetas. La gama de colores que vemos durante una aurora boreal será la mezcla de todas estas interacciones, a distinas alturas y con distintos elementos, e irá cambiando de forma e intensidad a medida que el viento solar es atrapado por la magnetosfera.


Así capturó con su teléfono nuestro socio Dani la aurora desde la sierra de Madrid (Collado Mediano).


LA GRAN AURORA DEL 10 DE MAYO: ¿POR QUÉ TAN AL SUR?

     La energía del viento solar no es siempre la misma sino que varía según el momento del ciclo solar en el que nos encontremos. Como ya mencionamos hace un tiempo, en la actualidad estamos inmersos en el máximo solar. Durante este periodo, que según los ciclos puede durar al menos 2-3 años, el Sol se muestra más activo. Esto quiere decir que la cantidad y complejidad de fenómenos como manchas, protuberancias y fulguraciones se incrementan de forma considerable. Como consecuencia de todo esto, también el número y la intensidad de tormentas solares (también llamadas tormentas geomagnéticas) aumenta. Una de ellas ha sido la responsable de las grandes auroras vistas durante las últimas horas.

     De manera más concreta, el origen de esta gran tormenta solar, la más importante de las dos últimas décadas, ha sido una eyección de masa coronal (EMC) generada en el grupo de manchas NOAA 13664. Se trata de un gran grupo, que alcanzó la categoría más compleja, cuya visibilidad es posible solo durante la época de máximo solar. Ha llegado a ser tan grande (unas 17 veces nuestro planeta) que ha podido observarse incluso a simple vista (recordemos que siempre hay que hacerlo con el uso de filtros adecuados). Su configuración magnética ha sido muy compleja, con múltiples emersiones, y en un momento dado se ha producido una reconexión magnética de las líneas del campo que ha liberado la ingente cantidad de energía que ha llegado hasta nosotros desencadenado la gran tormenta solar. En este caso, este grupo, en apenas unas horas ha originado no una, sino seis EMCs que se pueden ver aquí.


Imagen del Sol tomada el día 11 por nuestro compañero Leo desde Burgos. En el recuadro se puede ver en detalle el gran grupo que ha originado las últimas auroras, con nuestro planeta, a escala, a su lado para resaltar sus dimensiones.


     Las EMCs son un hecho más o menos habitual en el Sol, sobretodo en épocas de máximo, y hay que tener en cuenta que pocas veces alcanzan la Tierra. Para ello tienen que venir en nuestra dirección y justo a nuestra altura, lo cual no es tan fácil como pudiéramos creer. Para entenderlo mejor tenemos que imaginarnos todo esto en 3D y no como hacemos tan a menudo, como si fuera un plano. El tiempo medio que tarda en llegar la energía de estas ECMs a nuestro planeta es típicamente de 24-48 h. Esto quiere decir que una vez detectada una hipotética tormenta potencialmente dañina capaz de impactar sobre nosotros (el Sol está monitoreado día y noche) disponemos de un cierto tiempo para proteger satélites e infraestructuras con el fin de evitar o minimizar posibles daños. Es algo obvio, pero viendo el ruido que generan terraplanistas y gente similar, especialmente en redes sociales, plagadas de expertos (léase con ironía), merece la pena aclarar que nos es tan probable que se den toda esta serie de requisitos, y mucho menos con una intensidad tal que suponga una amenaza para nuestra civilización.

      Cuando se producen estas tormentas tan intensas, la cantidad de partículas en el viento solar y su energía es tan alta que son capaces de atravesar buena parte de nuestro planeta hasta llegar a latitudes muy alejadas de los polos, cercanas incluso al Ecuador, y a partes bajas de la atmósfera. Esto hace que, de manera muy ocasional (una o dos veces por ciclo solar) se puedan ver auroras en nuestras latitudes, aunque no tan intensas como esta última. La tormenta solar fue tan energética, de hecho alcanzó el nivel máximo de la correspondiente escala, que llegó a producir auroras en sitios tan al sur como las Islas Canarias (28º de latitud) o ¡incluso Puerto Rico (18º)! En estos casos, nos llega la cola del viento solar, la parte final más débil, con lo cual son poco intensas y son muy difíciles de ver a simple vista, de hecho se suelen confundir con nubes. Tienden a ser rojizas (por la baja altitud) y solo se ven en la parte más cercana al horizonte norte, siendo bastante estáticas, nada que ver con el espectáculo dinámico y lleno de colores que podemos observar en las partes cercanas a los polos, donde llegan a extenderse por buena parte del cielo.


Imagen de la parte final, más difuminada, de la aurora del pasado día 10 desde Villanueva de Río Ubierna (Carlos).

 

    En los próximos días compartiremos la experiencia de uno de nuestros compañeros, que observó esta aurora desde Sicilia. Aprovechando también el tema de las auroras, tenemos pendiente también compartir los viajes que nuestros socios han hecho a tierras nórdicas para disfrutar en condiciones las auroras "de verdad". Mientras tanto seguiremos mirando hacia el cielo ...


 




domingo, 17 de marzo de 2024

... y así el Ramadán comenzó

    ¿Y qué tiene que ver esto con la astronomía? ¿Me he equivocado de sitio? Me imagino que estas, o muy parecidas, serán las preguntas que se estén haciendo las personas que en estos momentos nos estén leyendo. Pero tranquilos que ya veréis que algo tiene que ver con los temas que habitualmente tratamos en este blog, dejad que os lo explique.

    Antes de nada quería comentar que estoy escribiendo estas líneas desde Italia, donde la comunidad islámica y el instituto en el que trabajo (INAF, que recoge a nivel italiano la investigación en astrofísica, equivalente a nuestro CSIC pero sólo con astrónomos) firmaron un acuerdo de colaboración mediante el cual astrónomos del INAF se comprometían a dar una mano a dicha comunidad para establecer el inicio del Ramadán. ¿De qué manera? Muy sencillo: observando la luna.


 Telescopio apuntando a la luna nueva creciente

    Para los musulmanes, el Ramadán es el periodo del año más sagrado. En él se conmemora la revelación del Corán a Mahoma por parte del ángel Gabriel. El Ramadán es el noveno mes del calendario islámico, que se trata de un calendario lunar compuesto por 12 meses de aproximadamente 29,5 días (la duración de una lunación). Esto hace que un año islámico tenga 354-355 días, siendo por tanto 10-11 días más corto que un año civil (regido por el calendario gregoriano). Esto hace que el inicio del Ramadán se vaya adelantando cada año estos mismos 10-11 días. 

    El comienzo del mes tiene lugar en el momento que se observa el primer creciente de luna después de la luna nueva, y es ahí donde entramos nosotros. Según la tradición, no basta con recurrir a efemérides sino que este primer creciente de luna se debe observar visualmente para poder dar comienzo al nuevo mes. Así, al atardecer del pasado lunes día 11, desde distintos lugares del país llevamos a cabo una observación en directo de este primer creciente de luna para los principales imanes italianos que de esta manera pudieron dar oficialmente por iniciado su mes sagrado.

 

 Luna nueva creciente centrada en la parte visible (por eso es tan oscura a pesar de hacerse al atardecer)

 

    Como explicamos siempre en nuestras observaciones públicas, el cielo ha sido siempre, y de manera natural,  reloj y calendario  para todas las civilizaciones. Por poner un ejemplo más cercano, en nuestra cultura cristiana, la celebración de la fiesta más importante, el Domingo de Resurrección (Pascua), no tiene asignada una fecha fija sino que desde el concilio de Nicea (allá por el año 325) se celebra el domingo siguiente a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera. Esto hace que, como ya sabemos, la Semana Santa no caiga siempre en la misma fecha, pudiendo celebrarse tanto en marzo como en abril. De hecho, históricamente el calendario litúrgico ha sido más importante que el civil, lo que ha llevado a impulsar reformas como la gregoriana para ajustar el calendario civil y corregir el desfase con el año solar (trópico). De esta manera en 1582 se perdieron 10 días y se pasó del jueves 4 de octubre (del antiguo calendario juliano) al viernes 15 de octubre (ya en el actual calendario gregoriano).


Disco lunar iluminado por la luz cenicienta durante la luna nueva creciente

 

    Desde el mero punto de vista astronómico debo decir que ha sido una experiencia bastante interesante, ya que nunca había intentado capturar la menor fase de luna posible. Nosotros no llegamos a verla de día porque, además de la dificultad de tener todavía el Sol en el cielo, tuvimos nubes sobre el horizonte. Por suerte, apenas se puso el Sol esa parte del cielo se despejó y pudimos ver la luna, apenas iluminada un 2%, y fotografiarla. A medida que se hacía de noche el contraste con el cielo era mayor, lo que hacía muy sencillo verla a simple vista.

    A nivel personal estoy contento por haber podido participar en esta actividad, doble ejemplo de colaboración y acercamiento entre culturas y ciencia y religión.







jueves, 4 de enero de 2024

Ocultación de Betelgeuse

    Comenzamos el año hablando de un fenómeno astronómico muy poco frecuente, que sucedió hace unas semanas (la noche del 11 al 12 de diciembre) y que difícilmente volverá a producirse en los próximos años: la ocultación de Betelgeuse por el asteroide (319) Leona.

    Las ocultaciones asteroidales, es decir, cuando se da la casualidad de que desde nuestra línea de visión, un asteroide pasa justo por delante de una estrella, son la mejor manera de estudiar las propiedades físicas del asteroide. Tenemos que tener en cuenta que estos cuerpos, generalmente TNOs, son objetos muy pequeños (como máximo de algún centenar de kilómetros) que se encuentran a una gran distancia (a partir de las 30-40 UA), por lo que son difíciles de observar directamente con precisión, incluso con grandes telescopios. 

 

Apuntando el telescopio hacia Betelgeuse (en rojo) momentos antes del comienzo de la ocultación. La familiar figura de Orión es fácilmente reconocible asomando por encima del olivo.

 

    Este tipo de ocultaciones no son fenómenos muy habituales y son difíciles de predecir con una cierta antelación, ya que se requiere un buen conocimiento de la astrometría de la estrella y sobretodo de la órbita del asteroide. Lo que vemos en estos casos no es el asteroide en sí, generalmente muchísimo más débil que la estrella, sino el efecto que su paso produce en la luz que nos llega de esta última. En el momento en que el asteroide empieza a transitar por delante de la estrella, tapa una pequeña fracción de ésta, haciendo que su luminosidad comience a disminuir. En general esta caída de luz no suele ser muy grande y la duración del fenómeno es muy breve, en el mejor de los casos, unos pocos segundos.

    Al igual que ocurre con un eclipse solar, la visibilidad de la ocultación queda restringida a una pequeña franja del planeta, allá donde se proyecta la sombra del asteroide. En el caso de la ocultación de Betelgeuse la mejor zona para observarla era Europa, donde el fenómeno se producía pasadas las 2 de la mañana, con la estrella bastante alta en el cielo. El grupo más importante de observadores se desplazó al sur de España (desde Sevilla a Alicante) aunque también hubo un grupo importante en el sur de Italia, del que formé parte.


 
En la parte superior se muestra la franja de visibilidad de la ocultación sobre Europa. La línea azul marca el centro del fenómeno donde se produce la máxima duración mientras que las líneas violetas marcan los límites de la ocultación, más allá de los cuales no es posible observar el fenómeno. En rojo la zona de Calabria, en Italia, desde donde observamos nosotros. En la parte inferior se muestra en detalle la distribución de los observadores italianos (en amarillo). Aquí sólo se muestra la línea de la centralidad (verde) con sus errores (morado).


    Como decíamos al principio, los protagonistas de nuestra ocultación son Betelgeuse y (319) Leona, un asteroide del cinturón principal con una forma elipsoidal cuyo diámetro se sitúa en torno a 60x80 km.  Por su parte, Betelgeuse es una de las estrellas más brillantes y conocidas del cielo, fácilmente reconocible en la constelación de Orión por su color rojizo de la que ya hablamos en anteriores entradas durante la pandemia. Seguramente será la próxima supernova que explote en nuestra galaxia, algo espectacular pero que, (casi) con toda probabilidad, no llegaremos a ver.

    Lo particular de esta ocultación, más allá de que se vea afectada una estrella tan brillante, es que se da la casualidad de que ambos cuerpos muestran un tamaño aparente en el cielo muy similar, lo que convierte a este fenómeno en un eclipse más que en una ocultación normal. Esto nos va a permitir no solo el estudio del asteroide sino también el de la estrella. Por un lado podremos obtener una astrometría de precisión para Betelgeuse, algo difícil de hacer con los telescopios habituales (por ejemplo Gaia) al tratarse de una estrella muy brillante que aparece saturada en estos cartografiados. Por otro lado mediante el estudio de la curva de luz en diferentes filtros podremos realizar una especie de "interferometría" para estudiar posibles detalles (grandes células convectivas) de la superficie de la estrella así como del material expulsado a su alrededor. Hay que tener en cuenta que, por ejemplo, el tamaño de Betelgeuse en el azul es mayor que en el rojo, luego la duración y profundidad del fenómeno será distinta según el filtro que utilicemos.


 
Campo de observación con el apo en primer plano y el mak en la parte de atrás.

    En este tipo de observaciones lo importante es cubrir bien toda la franja de visibilidad (de norte a sur) de manera que podamos caracterizar adecuadamente el fenómeno en su totalidad. Observaciones aisladas en este caso no son muy importantes. En la parte italiana nos juntamos una veintena de observadores que, coordinados maravillosamente por Alfonso Noschese y Massimo Corbisiero (de AstroCampania), nos situamos en la costa jónica distribuidos uniformemente en diferentes cuerdas (lugares) a lo largo de la franja. Para estudiar la cromaticidad del fenómeno, siempre que se pudo, en cada cuerda se observó con varios filtros. En nuestro caso usamos dos telescopios: un Maksutov-Cassegrain de 127 mm, con una cámara Moravian C4 y filtro R (Cousin) y un refractor apocromático de 115 mm con una ASI 290 MM y filtro B (Jonhson).

    En el mundo de las ocultaciones se requiere una gran resolución temporal y por ello la técnica utilizada es muy diferente a la que usamos habitualmente para hacer astrofotografía u otro tipo de observaciones. La ocultación se registra en vídeo con la mayor tasa de imagénes por segundo (fps). Posteriormente se descompone el vídeo en sus frames, en los que previamente, durante la grabación, se ha insertado el tiempo en el que fueron tomados con una precisión lo más cercana posible a la milésima de segundo. En cada imagen se analiza el brillo de la estrella (por una sencilla fotometría de apertura) y analizando su variación a lo largo del tiempo, obtenemos la curva de luz del fenómeno:

 

 
Curva de luz suavizada de la ocultación obtenida en filtro B con el refractor.
 
 
    Técnicamente lo más difícil era elegir un tiempo de exposición adecuado, de pocos milisegundos, para no saturar Betelgeuse, pero al mismo tiempo obtener un número suficiente de imágenes para medir con precisión la ocultación. La tarea no era trivial ya que Betelguese además de ser tan brillante titila mucho, por lo que tuvimos que hacer varias pruebas los días anteriores con telescopios pequeños y cámaras lo más rápidas posibles. 
 
    En reuniones preparativas se habló de que Betelgeuse podría "desaparecer" (literalmente) durante poco más de 10 segundos del cielo, ya que, en el caso más favorable, la caída de luz podría estar entre las 6-8 magnitudes. La realidad es que a simple vista no percibimos ninguna variación significativa, aunque hay que tener en cuenta que la ocultación se adelantó unos 40 segundos respecto a las previsiones y que minutos antes Orión estaba cubierto por nubes pasajeras ... aunque cuando ya esperábamos lo peor tuvimos suerte y se volvió a quedar despejado.
 
    La forma en V de la curva de luz (sin zona plana en el mínimo) ya nos está indicando que no se produjo un eclipse total como nos hubiera gustado, sino que se trató de uno parcial (o incluso anular). La duración se situó en torno a los 11 segundos y la profundidad de la ocultación fue algo más de una magnitud (resultado todavía preliminar a partir de nuestras observaciones), lejos de la idea que teníamos cuando nos decidimos a montar la expedición para observarla, aunque debo decir que estoy muy contento de haber participado en este proyecto.

    Dentro del marco de ciencia ciudadana, se creó el proyecto StarBlink para involucrar a la gente a observar la ocultación. En dicho proyecto se creó este simulador muy intuitivo para entender cómo cambia la curva de luz según varían los tamaños de Betelgeuse y Leona o la distancia del observador a la línea de la centralidad. En las próximas semanas, a partir del análisis de las distintas curvas de luz, teniendo en cuenta tanto los filtros utilizados como la posición de cada observador, se empezarán a publicar los primeros resultados científicos de la ocultación, que compartiremos con nuestros lectores en este mismo blog.

Desde AstroDemanda queremos desear a todos nuestros lectores un ¡muy feliz y próspero 2024!
 
     



martes, 21 de noviembre de 2023

Algo raro en el cielo

    A lo largo de nuestra vida son muchas las horas que los astrónomos nos pasamos observando y disfrutando de las maravillas que nos ofrece el cielo nocturno y es por eso que lo conocemos tan bien. Nos basta una rápida mirada para ubicarnos y localizar las principales constelaciones y los planetas y en seguida percibimos cuando algo no cuadra, lo cual es muy raro que suceda. Sin embargo, precisamente esto último es lo que ocurrió el sábado pasado, dejándonos bastante sorprendidos.  

    Acababa de atardecer y en nuestro Complejo algunos socios estaban ya terminando de preparar los equipos o directamente empezando con las primeras observaciones de la noche. De repente alguien gritó: ¡Mirad ahí! ¿Qué es eso? Lo primero que pensamos fue en una especie de nube rara, grande y brillante que cubría una parte importante del cielo, ¿una nube noctilucente? No parecía, y además se veían como restos de un cohete o algo similar que se me movía alrededor, como cayendo. La segunda opción fue la reentrada en la atmósfera de la Starship, aunque tampoco acaba de cuadrarnos porque había sido lanzada a las 14 de la tarde, por tanto, varias horas antes.

 

Así vimos desde Quintanarraya los restos del misil francés lanzado el pasado 18 de noviembre
 

    A los pocos minutos, tal y como empezó el fenómeno, desapareció, dejándonos con las dudas de lo que habíamos visto. La respuesta llegaría poco tiempo después por las redes sociales y por diversos medios digitales: se trató de los restos de un misil balístico de largo alcance lanzado por Francia en el marco de su programa nuclear (eso sí, no llevaba carga atómica). Al menos por lo que se refiere a la parte "astronómica" estamos más tranquilos al conocer el origen de este extraño fenómeno, nada nuevo bajo el Sol, nunca mejor dicho. Sin embargo, es la otra cara de la moneda, la militar y la actual situación geopolítica a nivel mundial la que me preocupa algo más ...



sábado, 9 de septiembre de 2023

Un cometa esquivo ... pero interesante

    Hasta que me he puesto a escribir esta entrada no sabía si merecía la pena hacerlo o no. Me explico. Hace casi un mes el astrónomo amateur japonés Hideo Nishimura descubrió el cometa C/2023 P1, que lleva su nombre. Se trata de un cuerpo que se encuentra muy cerca del Sol, lo que dificulta tremendamente su observación. En condiciones normales no merecería mucho la pena madrugar (o aguantar la noche entera observando como hemos hecho nosotros) para observarlo. Lo que pasa es que enseguida se vio que podría llegar a ser suficientemente brillante para ser visible a simple vista.

 

 
Así vimos el Nishimura desde Quintanarraya al amanecer del día 24, cuando se encontraba en torno a la 9,5 mag.
 
 
    Aunque llegamos a observarlo por primera vez apenas diez días después de su descubrimiento, estaba todavía débil y el hecho de observarlo con un cielo que ya empezaba a clarear no ayudaba mucho. Lo pudimos ver con unos grandes prismáticos (25x100) y un Dobson de 40 cm, pero apenas mostraba actividad y parecía un cúmulo globular.
 
    Desde entonces el Nishimura, según ha seguido acercándose al Sol, ha ido aumentando de brillo y se encuentra ya en magnitud 4,5. Si se cumplen los pronósticos se espera que, al alcanzar su perihelio el día 17, podría alcanzar la 2,5 mag, ¡nada mal! claramente visible a simple vista y un espectáculo para unos prismáticos típicos 10x50.


Evolución del brillo del cometa y predicciones actualizadas para los próximos días.

 

    Parece ser que el Nishimura es un cometa periódico, que completa cada órbita en unos 500 años. Esto es importante porque indicaría que este no es su primer paso por el perihelio, por lo que el núcleo podría ser suficientemente compacto como para no destruirse y ofrecernos un buen espectáculo. En la actualidad, como se puede ver en las fotos que siguen, el cometa ha desarrollado una cola de varios grados que lo hacen fácilmente visible. El gran problema es, que como decíamos al principio, cada vez se acerca más al Sol, por lo que su visibilidad se ve reducida a una franja muy breve de tiempo, primero momentos antes del amanecer y en breve, justo después del atardecer.

 

 

 Así se veía esta madrugada el cometa desde Gran Canaria, aspecto que debería mantenerse durante los próximos días (Frank A. Rodríguez).

 

     
    En esta ocasión no mostramos una carta de localización para encontrarlo porque, para observarlo en los próximos días, basta mirar al cielo (muy claro, prácticamente ya sin estrellas) en la dirección del Sol, poco antes de que salga y se ponga (sobretodo los días antes del 17), y buscarlo en dirección NO, en la constelación de Leo.  ¡Buena suerte!


 
 El día 2 de septiembre, una eyección de masa coronal proveniente del Sol golpeó el cometa, arrancando parte de su cola. El astrónomo austriaco Michael Jaeger lo captó en esta espectacular imagen.