Polvo de estrellas somos y en polvo nos convertiremos, mientras tanto, polvo buscaremos.
Pues
si, así es, no hace falta expediciones por el desierto con jeeps
incorporando planchas con imanes que recogan los meteoritos metálicos
que van pillando al paso. Ni seguir las estelas que dejan los bólidos al
entrar en búsqueda de su lugar de caída. Ni mucho menos esperar que la
suerte haga que nos topemos con uno de ellos en nuestro camino.
Así que si el meteorito no va al astrónomo, el astrónomo va al meteorito.